Hoy 2 de agosto de 2006, cumplo 10 años de volver a ser hermosillense. Soy nacido en Hermosillo, nada más que a los tres años me fui a vivir a otra parte.
Guadalajara, Jalisco, 29 de julio de 1996.
¡Nos vamos!, dijo mi mamá -los de la mudanza se llevaron las cobijas con las que íbamos a dormir- (en nuestro ahora vacío departamento). Y así sin despedirnos de nadie, ni yo de mis amigos, ni nadie de la familia política que era la única que teníamos en Guadalajara. Y así emprendimos el camino en carretera, mi familia, yo y wacko 2, que en palabras del tipo que me lo vendió era un “hámster japonés” sigo pensando que tenía cruza con rata.
Pasaríamos la noche en Tepic, mi papá argumentaba que aunque solo habíamos adelantado un par de horas de camino en nuestro trayecto a Hermosillo, al menos ya habíamos empezado el viaje. Además, apagó mi ira con una ida al restaurante del hotel en qué su onceañero servidor se zampó 3 chocomilks de esos servidos en copa coctelera. Los chocomilks no han vuelto a ser lo mismo.
Tepic, Nayarit, 30 de julio de 1996
Nos levantamos a las 10 de la mañana, desayunamos en el hotel y emprendimos camino de nuevo. No sé cuanto tiempo pasó de carretera pero en determinado momento el carro se apagó, la más simple y predecible avería automovilística nos acababa de suceder: sin gasolina. Y por supuesto todo el mundo estaba hastiado del viaje, acalorados ya que era poco después de medio día y el sol no ayudaba y temeroso pues estábamos en medio de una carretera desolada donde presumiblemente pasaban cargamentos de drogas y en Sinaloa (estado del que no sé absolutamente nada). Resultado: como jovencito todo impresionable, me imaginé muerto en manos del narcotráfico.
Rato después se para un individuo en la carretera: mi papá va a hablar con él, mientras mi madre se queda con nosotros fomentando la paranoia colectiva. El tipo nos pasa un poco de gasolina de su carro y podemos avanzar hasta un pueblito cercano. Compramos agua y mi papá pone el aire acondicionado del carro a todo lo que dá. Reviso a wacko en su jaula, no puedo evitar notar que está mojado. O sudó o se orinó a sí mismo. Los hámsters no tienen glándulas sudoríparas.
Obregón, Sonora, 31 de julio de 1996
Llegamos a Obregón. Muchas cosas para contar, así que sumarizo:
- Mi mamá se enoja porque nadie de la familia de mi papá ofreció su casa para alojarnos.
- Dormimos en la casa familiar de la calle colima, donde también está el taller de carpintería de mi tio Enrique.
- Wacko escapa y nunca nadie más volvió a saber de él.
- Pasamos el día saludando familia de la que pellizca cachetes y aburre chamacos.
- Después del bodrio partimos la madrugada del 2 de agosto, el cielo nocturno tenía tantas estrellas como yo nunca había visto hasta ese día.
Hermosillo, Sonora, 2 de agosto
Voy dormido en el carro, y sí, me despierta una cosa: el olor a mierda. Hemos de haber pasado por un corral o algo así, no lo sé, pero el olor definitivamente se me quedo amarrado con el concepto de Hermosillo para siempre. Nos bajamos del carro frente a la que sería nuestra casa por 5 años.
Todavía puedo recordar como se sentía el abrasivo aire caliente entrando por mis fosas nasales y quemando todo a su paso, como hervía la sangre con el rencor de haber sido arrancado del hogar. El calor gente, el calor. Pasé odiando hasta la médula a Hermosillo por la mayor parte de estos diez años. El calor, finalmente, calor de hogar.