sábado, julio 23, 2005

detrás de dos colinas, una alberca

Si bien ayer aquí se presento un conocido temible sin malas intenciones. Platicamos un rato, yo con la cara hinchada y sabor a sangre en la boca (esa tarde me sacaron pedacitos de Leo de la boca). Me platicó acerca de mi abuelo fallecido: de su nobleza, de su amor por sus hijos, de su tenacidad y de su inteligencia para los negocios. Una frase de entre todas las que legó mi abuelo resaltó, “después del miedo está el dinero”, esa era su verdad. Después de eso comenzó a hablar de nuestro molde como nuestro límite y de la celda que es nuestra mente –una caja-. Poco a poco la conversación se volvió amorfa y terminamos en banalidades.

Rato después, subí las escaleras y decidí hacer caso omiso a los consejos de sabiduría cósmica del abuelo (que siempre daba los besos tronados, del corazón, sin hipocresías). No era tiempo atravesar, aún no, no era conveniente, no valía la pena. Todo era bonito antes del miedo.

Después platicamos tú y yo. Me pones de nervios mujer. Detesto pensar que pasará después, pero te juro, no es nada comparado en como detesto pensar en antes. Estoy tranquilo, creo que ya pasó la peor parte.

Para mi abuelo después del miedo esta el dinero. Para mi, después del miedo es solamente un mejor lugar para estar, aún solo.

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