fábulas del manicomio II: razones, pasiones y convulsiones
Y Mónica siguió platicando con el Pepillo, -una conversación tan profunda como un charco-. Pero no importaba, digo, se tenían el uno al otro y aunque todo estuviera forzado nada se rompía.
Despierta Mónica con el otro a su lado, habían pasado unas horas ya. Y aunque no hablaban, la conversación SEGUÍA IGUAL DE PROFUNDA, chingado, extraño, muy extraño este sabor metálico en la boca.
Despierta el Pepillo y creía llamarse “el Pepino” (cuantos golpes en la cabeza), hmm volvió a su posición parasitaria y continúo su labor.
Despierta Mónica, ahora es evidente, el subnormal se tragó su lengua, to-di-ta. Que tristeza que miseria, todo parecía tan… (¡bop!)
Despierta Mónica, que felicidad, ¿que hacía yo hace un instante?, poco importa.
Despierta Mónica con el otro a su lado, habían pasado unas horas ya. Y aunque no hablaban, la conversación SEGUÍA IGUAL DE PROFUNDA, chingado, extraño, muy extraño este sabor metálico en la boca.
Despierta el Pepillo y creía llamarse “el Pepino” (cuantos golpes en la cabeza), hmm volvió a su posición parasitaria y continúo su labor.
Despierta Mónica, ahora es evidente, el subnormal se tragó su lengua, to-di-ta. Que tristeza que miseria, todo parecía tan… (¡bop!)
Despierta Mónica, que felicidad, ¿que hacía yo hace un instante?, poco importa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario