En la vida de Rolando las cosas transcurrían igual: el calor sofocante lo despertaba, el café estaba frío y la regadera solo con agua caliente. Toda su ropa sucia excepto unos pantalones ajustados color gris verdoso, las llaves del carro perdidas, la chapa de la puerta floja.
Sale de la casa: el carro tenía las llaves puestas pero no encendía: no tenía electricidad en la batería; luego no andaba, no tenía aceite en la transmisión; luego se detenía espontáneamente, no tenía gasolina.
Rolando toma el transporte publico: este le enloda la ropa al frenar, llega al trabajo siendo empujado del vehículo en movimiento a kilómetro y medio de su parada – que a su vez está a kilómetro y medio de su destino-. Llega al trabajo, las puertas estaban cerradas, y las llaves, se quedaron dentro del carro. Después de sufrir el viaje de dos veces al revés y al derecho, Rolando por fin puede abrir la puerta, sólo para encontrar imposible encender las luces, no había pagado el recibo de electricidad.
Rolando toma el teléfono: llama a la compañía eléctrica, una amable voz electrónica le va guiando en su petición de manera que se pueda agilizar el proceso. Tres horas después Rolando finalmente cuelga el teléfono, está feliz, en de 4 a 7 días podrá volver a utilizar electricidad.
3 de la tarde, no ha comido nada, decide comer comida china que dejó ayer en el refrigerador de la oficina, "al fin que no fue tanto tiempo", justo en ese momento del otro lado de la ciudad un restaurantero chino es sancionado con una multa cuantiosa por utilizar ingredientes caducos para manufactura de productos alimenticios. Rolando ha comido y está satisfecho, pero su estómago no se siente feliz, en un estremecimiento explosivo, vuelan fragmentos de arroz, cerdo, zanahorias y calabacitas todas en un caldo apestoso, sus tripas se lo están cobrando, menos mal que los pantalones ya estaban embarrados.
Comienza con dolor de cabeza, decide volver a casa. Rolando camina por la calle, se tropieza en una cuarteadura, se le abre la boca, continúa caminando, lo asaltan y se queda sin un centavo, camina 3 horas, hogar dulce hogar. Rolando se baña, solo para recordar que traía puesto su último cambio ex-limpio. Así que decide irse a dormir desnudo. No puede conciliar el sueño, dos horas después duerme, tres minutos después suena el teléfono - la compañía eléctrica –, la gentil voz electrónica le informa que aparentemente su petición no pudo ser procesada en este momento, por lo que fue relegada a una de las oficinas de análisis de decisiones, donde un conjunto de calificados asesores imaginarios analizarían su petición.
Rolando desconecta el teléfono, cierra las cortinas, se acuesta y se tapa hasta la cabeza.
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