domingo, mayo 01, 2005

inducir una flor

Y bien, era ya tarde y todos tenían sueño. Eran un grupo extraño esos tres. Uno en un columpio y dos sentados tocando la guitarra. Judas veía: primero suelo, luego ellos, luego cielo. Tocaban aquella canción que nunca fue tan popular pero que todos de alguna manera reconocían. Chad marcaba el compás con los dedos sobre las cuerdas y Paz lanzaba notas al aire como flechas que cortaban el aire suavemente.

La noche no parecía un evento de este lado de la realidad. Era el sueño, era la música, era el frío, era el ambiente; era que hilos invisibles que mantenían todo unido entre sí pronto reventarían.

Nadie lo veía, cada exhalación era sutilmente de un color diferente del arcoiris. Nadie lo sintió, todo el universo se reorientó formando nuevas constelaciones por un momento. Nadie se percató, pero las lluvias se tomaron un respiro y hubo gotas estáticas flotando por donde sea.

Una noche que finalmente sería olvidada. Pero como la canción que se escuchaba, todos de una manera u otra recordaban.

2 comentarios:

Bienaventurada dijo...
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Bienaventurada dijo...

¿Quién no quiere inducir una noche sinestésica?
Que cada quien tome una dosis de amor cada 8hrs o 6 si aumenta el dolor.
Pienso que ciertos escalofríos son provocados por el ropimiento voluntario del suicida y que la aparición de cierta alegría repentina, sin razón, común en cada uno de los habitantes de una región calurosa y causa del movimiento del eje del planeta congelado de una constelación a millones de años luz de distancia, es sólo provocado por un muy repentino recuerdo evocado por el extranjero, ya sea un palurdo reformulador y/o Dios que pasa por aquí disfrazado con la piel de todos.
Cuando olvidamos una cosa esta se muere y reencarna en cerveza fría un sábado a las 20 hrs.
¡Salud!