john/joan
- ¿Es hombre o mujer?
- ¿por qué es amarillo(a)?
- ¿esos son senos?
- ¿qué tipo de negocio hace de esta persona su imagen?
Finalmente la más perturbadora de todas las incertidumbres que trae a la mente:
mala memoria, la que sólo funciona para atrás
Finalmente la más perturbadora de todas las incertidumbres que trae a la mente:
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sickboy
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4:09 p.m.
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Primer cuadro, una morsa en su habitat natural. Segundo cuadro, su servidor en su ambiente natural (el limbo). En el tercer cuadro, una escena de “Los excéntricos Tenenbaums” en la que el personaje de Gwyneth Paltrow le dice a su esposo neurólogo (Bill Murray) que no lo quiere. Sutil.
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sickboy
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2:22 p.m.
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Fuí a comer sushi con mis padres a un retaurantcito de comida japonesa. El lugar es pequeño y solo hay unas seis mesas. A nuestro arribo estaba vacío, solamente una mesa ocupada. Nos sentamos y ordenamos comida: sopa, verduras y sushi. La mesa que escogimos me permitía ver directamente a la vitrina donde preparan la comida, se la entregan a los meseros y les señalan a que mesa llevarla. Observo que la dama que prepara el sushi tras la barra llama al mesero “estos de aquí son monitos” señalando a los clientes de la mesa aledaña y entregándole en el acto un plato de comida y diciendo: “monitos”.
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sickboy
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8:44 p.m.
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Mi primer exceso conciente: beber demasiada agua, de niño solía pensar en mi cuerpo como un continente vacío que tenía como paredes mi piel. Prueba era que al tomar suficiente agua mis entrañas se revolvían con cada salto. En aquel entonces tenía un genuino miedo a desinflarme, de ahí que tenía que tomar agua hasta que orinar era un hábito de cada media hora.
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sickboy
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9:13 p.m.
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Los hombrecillos del cerebro guardan silencio,
uno de ellos se siente agredido.
No es lo malo lo doloroso del evento,
pero su amistad se ha acabado.
Y es que los susurros del que siente el que mueve no los escucha.
A el que siente le irrita no ser escuchado,
pero el que mueve sólo hace lo que puede.
Como no escucha el cielo sin nubes al campo donde no llueve.
El hombrecito silencioso está más que dormido,
muere de hambre, es un niño que no ha comido.
El que siente y antes callaba ahora le grita.
Pues eran hermanos y sus ideas el que mueve siempre atendía
era así que al mundo movían.
Ahora sólo hace oídos sordos, músculos rígidos y pupilas dilatadas.
El silencio que hasta la muerte lo atraparía
para el que mueve comenzaría.
Con su hermano en lo consiguiente no habrá palabra intercambiada.
Y así es como el que mueve comienza a disolverse,
en un entierro en la cabeza de alguien que ya no puede moverse.
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sickboy
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8:55 p.m.
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A finales de mayo de este año mi papá estuvo en Guerrero Negro, Baja California Sur. Regresó con esta foto de una de las minas de sal.
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sickboy
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8:12 p.m.
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Comienza el otoño en un día igual de oscuro que de iluminado. Hojas secas pegadas en un chicle masticado.
Lunas redondotas y pesadillas agradables; oscuridades sonrientes y cartas escritas con sangre.
Aire en las tardes buscando alejarse de la compañía. Caminatas en el suelo agredido, inhalando sus derivados entre pensamientos olvidados.
Todos pierden la energía, todos se sienten tristes y portan la sonrisa macabra sin razón; quizás son los días oscuros o estos meses en que no nos late el corazón.
Juega con nosotros. La naturaleza nos jala los hilos mas fuerte. Tanto nos golpeamos contra todos los muebles y afloran moretones de golpes antiguos, indelebles.
Comienza el frío a rasparnos los pulmones, quemarnos la piel y volvernos llorones. Lo seguirá haciendo por un tiempo hasta que latan más los corazones.
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sickboy
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10:16 p.m.
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Usted se encuentra aquí.
Entre muchas personas.
Entre plantitas.
Entre demonios.
Bajo una atmósfera que empuja.
Sobre un suelo que lo jala.
Está usted comprimido.
Como supositorio, cumpliendo su cometido.
Rodeado de aire mil veces respirado.
Relleno de lo que ya fue excretado.
A la sombra de muchos edificios.
Sobre alcantarillas llenas de desperdicios.
Tibio por fuera con el Sol sobre su cabellera.
Y frío por dentro, como el pollo en la nevera.
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sickboy
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9:35 p.m.
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En mi breve experiencia de estudiante de francés me esta muy presente el momento durante la primera semana de clases: uno de los púberes del grupo le pidió a la maestra (una señora ya adulta) que nos enseñara groserías en francés. La mujer se negó rotundamente argumentando que en general las groserías en francés son desagradables y frecuentemente involucran a “tu madre”, orina, heces y otros derivados corporales nauseabundos. Dentro de estos insultos, hay algunos parecidos a los del español e inglés. Abajo listo algunas palabras que son ejemplo de lo antes dicho, también algunas frasecillas burbujeantes.
Aquí encontré las definiciones que mencioné. Internet esta inundado de frases del argot francés, en realidad no estoy seguro si en la vida real se usen, igual, es divertido imaginarlo.
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sickboy
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9:14 p.m.
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Continuidad de los parques
Julio Cortázar ( Final del juego - 1956)
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otro vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi enseguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
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sickboy
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3:35 p.m.
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Si bien ayer aquí se presento un conocido temible sin malas intenciones. Platicamos un rato, yo con la cara hinchada y sabor a sangre en la boca (esa tarde me sacaron pedacitos de Leo de la boca). Me platicó acerca de mi abuelo fallecido: de su nobleza, de su amor por sus hijos, de su tenacidad y de su inteligencia para los negocios. Una frase de entre todas las que legó mi abuelo resaltó, “después del miedo está el dinero”, esa era su verdad. Después de eso comenzó a hablar de nuestro molde como nuestro límite y de la celda que es nuestra mente –una caja-. Poco a poco la conversación se volvió amorfa y terminamos en banalidades.
Rato después, subí las escaleras y decidí hacer caso omiso a los consejos de sabiduría cósmica del abuelo (que siempre daba los besos tronados, del corazón, sin hipocresías). No era tiempo atravesar, aún no, no era conveniente, no valía la pena. Todo era bonito antes del miedo.
Después platicamos tú y yo. Me pones de nervios mujer. Detesto pensar que pasará después, pero te juro, no es nada comparado en como detesto pensar en antes. Estoy tranquilo, creo que ya pasó la peor parte.
Para mi abuelo después del miedo esta el dinero. Para mi, después del miedo es solamente un mejor lugar para estar, aún solo.
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sickboy
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8:14 p.m.
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Anamaria ha vuelto
sus entrañas de adentro afuera.
Anamaria ha recordado
que las cosas cambian de cómo uno las recuerda.
Anamaria ha visto
las flores espaciales en las ruinas de lo que ya no existe.
Anamaria ha vuelto sus ojos de las nubes
para poner los pies en suelos blandos.
Y entender, que las cosas cambian tanto
como sus entrañas de color
y es el traje azul que ahora trae puesto
el regocijo del corazón.
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sickboy
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9:17 a.m.
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Y me refiero, por supuesto, a la ansiedad, esa infame seguridad que algo va a pasar y cambiar todo o ya pasó y todo ya esta cambiado. Esa opresión que sube de la boca del estómago hasta la garganta en una sensación vomitiva permanente, sudor en las manos, nerviosismo paranoico, dolor de espalda, indiferencia al resto, alucinaciones sutiles, sangre en una costra sucia y demás.
Abundo, ansiedad es una promesa: lo pagarás.
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sickboy
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6:57 p.m.
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Respire, hoy es uno de esos días que luego no van a existir.
Exhale, olvídese de los recuerdos que no son suyos.
Respire hondo, hoy es uno de esos días donde falta el aire.
Exhale, vea si lo que está enfrente se empaña.
Profundo, respire, hoy es uno de esos días donde uno no quiere abrir los ojos.
Exhale, cerciórese de que lo que teme existe.
Respire, déle un abrazo al monóxido de carbono.
Exhale, lo que no lo mata si lo envenena.
Respire, convénzase, está vivo.
Exhale, observe lo que flota en su aliento.
Respire, si todo falla, siquiera hágalo por costumbre.
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sickboy
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10:48 p.m.
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Y bien, era ya tarde y todos tenían sueño. Eran un grupo extraño esos tres. Uno en un columpio y dos sentados tocando la guitarra. Judas veía: primero suelo, luego ellos, luego cielo. Tocaban aquella canción que nunca fue tan popular pero que todos de alguna manera reconocían. Chad marcaba el compás con los dedos sobre las cuerdas y Paz lanzaba notas al aire como flechas que cortaban el aire suavemente.
Nadie lo veía, cada exhalación era sutilmente de un color diferente del arcoiris. Nadie lo sintió, todo el universo se reorientó formando nuevas constelaciones por un momento. Nadie se percató, pero las lluvias se tomaron un respiro y hubo gotas estáticas flotando por donde sea.
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sickboy
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10:34 a.m.
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Y camino por un almacén, cielo abierto, cielo nublado, aire frío, ambiente gris; enormes contenedores rectangulares que forman un laberinto de formas y alturas. El lugar da un feeling de olvido, los contenedores de metal con sus parches de óxido, el suelo de cemento resquebrajado, y la sensación de que hay alguien a la vuelta del próximo contenedor, pero claro, no hay nadie. En realidad no llevo mucho caminando cuando veo al primer simio, él me voltea a ver, me acusa con la mirada; era uno como yo quien lo había despojado del pellejo. Lo acompañan otros dos, se arrastran como él, dejando un sendero de humedad rojiza por el suelo. Doy la vuelta antes de acercarme demasiado a ellos, continúo mi camino, hay otro trío de ellos revolcándose en el suelo, igual: sufriendo y sangrando, su mirada no solo muestra sufrimiento, sino mas bien el reflejo de un profundo odio. Yo no los veo, pero sé que como ellos, hay mas simios despojados de su piel por todo el complejo.
Me toca el costado un niño, tiene miedo, yo lo sé. Me relata sus temores, los conozco, es el miedo de niño. “Vete a dormir, no hay a que tenerle miedo”. Sé que el niño se va a dormir. En ese momento, hay algo en la palma de mi mano derecha (no lo siento, lo sé): tres changuitos de metal, entre ellos iguales pero diferentes.
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sickboy
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7:13 p.m.
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