lunes, octubre 25, 2004

fábulas del manicomio II: razones, pasiones y convulsiones

Y Mónica siguió platicando con el Pepillo, -una conversación tan profunda como un charco-. Pero no importaba, digo, se tenían el uno al otro y aunque todo estuviera forzado nada se rompía.

Despierta Mónica con el otro a su lado, habían pasado unas horas ya. Y aunque no hablaban, la conversación SEGUÍA IGUAL DE PROFUNDA, chingado, extraño, muy extraño este sabor metálico en la boca.

Despierta el Pepillo y creía llamarse “el Pepino” (cuantos golpes en la cabeza), hmm volvió a su posición parasitaria y continúo su labor.

Despierta Mónica, ahora es evidente, el subnormal se tragó su lengua, to-di-ta. Que tristeza que miseria, todo parecía tan… (¡bop!)

Despierta Mónica, que felicidad, ¿que hacía yo hace un instante?, poco importa.

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