lunes, julio 12, 2004

de noche

Yo seguía, mi paso apresurado, el se apresuraba de igual manera, oía su respiración, sus pasos, junto a los míos. Crujía la tierra, pedacitos de piedra saltaban conforme mis pasos rapiditos los aplastaban contra el suelo y luego las liberaban. Estrellitas en el cielo brillando, yo estaba aterrorizado, quería distraerme. El individuo me aborda, -el reloj, quítatelo a la verga-. Figuras, pasan por la mente, mi madre, chismes, algunas voces “nunca…” ; ya no hay mente para la ideas, respiros que me lijan los pulmones, acido que me quema las tripas y sangre que fluye a la cabeza.

Bien, aquí me encuentro, rato después, sobre las piedrecitas que ya no saltan; con el orgullo fracturado, lagrimas en la cara, babas en las comisuras de le boca, el puño cerrado, adolorido; pero lo que mas me duele es este cuchillo clavado en mi espalda.

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