jueves, mayo 31, 2007

fábulas del manicomio III: de vómito y maquillaje

Las cortinas blancas revoloteando con el viento helado, la luz satura toda la habitación hasta las grietas, las paredes blancas, la cama blanca y yo sobre ella, blanca, despertando bajo sábanas blancas empapadas en un alba fluorescente.

Estoy radiando belleza, soy hermosa, difícil cuestionarlo. Bella en cada curva y cada pliegue, bella en lo suave de mi piel, bella en cada rizo de mi pelo, bella en la emoción desbocada del brillo de mis ojos. Hermosa, no estoy inventando. Así soy yo, no estoy imaginando, mis dedos me lo están confirmando.

Tanto tiempo dando vueltas en la cama ya que las sábanas comienzan a amarrarme las piernas como un suave abrazo de pulpo. Y es tocarme lo único que puede recordarme que existo. Cada reborde de mi cuerpo, cada articulación abultada, cada filo, cada hueso que me apuñala. El ácido en mi vientre corroyéndome. Mi corazón que late frenético, cada latido un puñetazo colérico contra la pared fracturada.

Mi mente comienza a jugarme trucos baratos. Se siente el silencio de la habitación vibrar sobre mi piel, escalofríos tímidos, rocío eléctrico. El murmullo gruñón de mis entrañas contorneándose sobre sí mismas, como serpientes que se comen las cabezas tragándose las unas a las otras. Serpientes finalmente vacías, no han probado bocado en días.

Vacía. Como esa vasija rellena tanto tiempo con flores secas que finalmente fueron desechadas. Flor seca, olvidada, con los pétalos rotos hundida en agua verde y rellena hasta el cuello de podredumbre. Mejor es ser una vasija vacía, inmune al tiempo porque el vidrio no se marchita.

Y precisamente como la vasija con flores, de estoy de olvido colmada. Sangre que hierve al rojo vivo. Nausea permanente, carne hundida entre los huesos, y ese ahogo del corazón que al exhalar se disipa como humo, como un suspiro, como la peste maldita. La inmundicia que me inunda, es la que debe ser expulsada.

Un dedo tan profundo en la garganta y me hincho como globo; un estremecimiento pasajero y como globo exploto. El pecado ha sido expulsado y como si una almohada hubiera reventado, plumas flotan por toda la habitación.

Aire frío por la ventana, un suspiro helado que me envuelve el cuerpo y me deja olvidada flotando entre las sábanas. Luz intensa que continúa bañándome y plumas en el aire rodeándome. Por fin vacía, pura como la luz de mañana, como el blanco hipotético, blanca, como sustituto de azúcar dietético.

No hay comentarios.: